El encuentro, de Francois Forestier

Francois Forestier
Marilyn llega con retraso. Cuando llega, los hombres abren sus ojos como platos y las mujeres, viperinas, silban en silencio. El deseo se superpone al odio, en Hollywood, hermosa alcantarilla al sol.
Marilyn ha adoptado el estilo de Jean Harlow: pelo rubio, de tan rubio, casi blanco, mirada seductora, movimientos de cadera de show girl y pose de niña que ¡necesita tanto, pero tanto, tanto, que alguien se ocupe de ella! Joe Mankiewicz, uno de los directores que le ha dado una oportunidad en la maravillosa Eva al desnudo, no se deja atrapar: ve a través de Marilyn como si fuera transparente. Lleva un "maquillaje de inocencia" que horroriza a Makiewicz, cineasta de las apariencias, artista de las máscaras, así que coge su vaso y se va para otro sitio.
Como su vestido de raso blanco, la actriz -que ya es una estrella- avanza. El anfitrión, Charles K. Feldman, la recibe con todos los miramientos necesarios: es el empresario más célebre de Hollywood y espera que su visitante firme un contrato. Se lo ha prometido en la cama. Charlie Feldamn, con un bigote fino como una raya de tinta y el rostro bronceado,  prueba a sus actrices antes de contratarlas. Le tiende una mano cuidada al marido de Marilyn, Joe DiMaggio, que parece molesto. Es cierto que a Joe, la estrella de los estadios, ídolo del béisbol, no le gustan las fiestas, odia que miren a su mujer como si estuviera a la venta, tiene ataques de celos dignos de un bulldog, insiste en que abandone su carrera y se quede en casa cocinando. Una aberración. Porque Marilyn sólo sabe hacer zanahorias (en lata) y guisantes (en lata). Le parece que son colores que combinan muy bien.
Se han casado en enero de 1954, hace casi dos meses.
Charlie Feldman le enseña la casa. Marilyn la conoce bien: aquí conoció a Elia Kazan y a su guionista, Arthur Miller, hace unos años. El primero estuvo de visita en el plató donde ella no tenía ninguna frase. Vio a Marilyn llorosa, asustada por la cámara, carbonizada por el terror. Comprendió que esta mujer estaba casi loca de miedo y que al mismo tiempo la cámara la adoraba. Kazan, con su reputación de director fuerte, de francotirador dispuesto a tomar las armas a la menor contrariedad, se acostó con Marilyn en la casa de Charlie Feldman, su productor de Un tranvía llamado deseo. Kazan y Miller estaban bajo vigilancia del FBI, evidentemente. Miller, porque tiene trato con algunos sospechosos. Kazan, porque ha cambiado de chaqueta. El 10 de abril de 1952 el cineasta capitula: el indestructible Kazan, el luchador de la izquierda americana, el director más famoso de Hollywood, la roca, se rinde a la Comisión de Actividades Antiamericanas. Entrega a Paula Strasberg, la esposa del fundador del Actor's Studio, denuncia a Clifford Odets, su amigo de toda la vida, da más nombres, se convierte en un delator asqueroso. Es el precio que hay que pagar para estar en la lista de favoritos de los productores.
Kazan se vende. Judas, crápula, membrillo.
Arthur Miller, más reservado, más tímido, queda en la sombra. Es su forma de ser.

Joe DiMaggio y Marilyn Monroe
Joe DiMaggio, embutido en un traje con corbata, está incómodo. Es inculto, algo que no es muy grave en Hollywood, todo lo contrario. Es famoso, muy famoso, y vive su celebridad con la asiduidad del que ha sido pobre. No paga una comida, no paga una factura de hotel, nunca compra un coche. Basta con su presencia. Nunca saca el monedero y se pasa el día leyendo tebeos o mirando la televisión con sus amigos del bar. Es tan alegre como el mar del Norte. Con sus grandes dientes caballunos y su cara de asco, ¿quién podría adivinar que este hombre es un dios? ¿Que nunca ha habido un deportista con tanta gracias, tanta elegancia, tanta estatura? Cuando tiene un bate de béisbol en la mano y los pies sobre el famoso diamante dibujado en el césped, es el Fred Astaire del béisbol. es magnífico.
Con Marilyn vive en el 598 de North Palm Drive, Beverly Hills, frente a la casa de Feldman.
Siguen llegando invitados. Ha venido toda la aristocracia de Hollywood con su olor a alcantarilla y a dinero fresco. Admiran a Marilyn, la nueva sensación. Ha venido Adrien, el legendario modisto de la MGM. Ha diseñado los vestidos de Greta Garbo, Norma Shearer y Jean Harlow. James Stewart charla con Mike Romanoff, el falso príncipe ruso, auténtico ladrón de guante blanco, propietario del restaurante más extravagante de Los Ángeles. David Niven va del brazo de su mujer, Hjordis, mientras que Billy Wilder se prepara para rodar La tentación vive arriba con Marilyn. Aquí están los magnates de los estudios, Darryl Zanuck y Jack Warner, y también Gary Cooper, Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Groucho Marx y, con un vaso de champán en la mano, su majestad Clark Gable. Marilyn se acerca, secretamente encantada. Admira tanto a Gable: es una adoración que le viene de su madre, que, en su locura, halogrado superponer la imagen de un padre ausente y la de este hombre tan seductor, tan masculino. El actor, en la cabeza de Marilyn, encarna al hombre ideal, seguro y paternal. Es el protector y el amante, una fantasía muy cómoda.
William Holden, en un rincón, vacía un vaso tras otro. Doris Day le hace compañía. Joe DiMaggio va detrás de Marilyn, como un remolque. Odia a todas estas personas, está convencido de que le quieren robar a Marilyn, lo que no está tan lejos de la verdad. También está seguro de que están explotando a su mujer, lo que es totalmente cierto. Odia a Charlie Feldman, casanova bronceado con rayos UVA. Marilyn se acerca a Clark Gable con aires gatunos:
-Quería decirle que lo admiro muchísimo, señor Gable, y que me gustaría tantísimo, tantísimo trabajar con usted...
-Llámeme Clark.
-De verdad me gustaría. De verdad, Clark.
Movimiento de pestañas. Voz de niñita. Contoneo. El estilo de Marilyn. Rodarán una película juntos, Vidas rebeldes, siete años más tarde.
A Gable le costará la vida.

Charlie Feldman tiene buen cartel. su agencia, Famous Artists Inc., representa a Greta Garbo, james Dean, Marlene Dietrich, Claudette Colbert, Irene Dunne, John Wayne, William Holden, Gary Cooper, Kirk Douglas, Susan Hayward, Lana Turner, Rita Hayworth, Tyrone Power, Lauren Bacall, Richard Burton, Ida Lupino, Dana Andrews, Ingrid Bergman, James Mason, Dick Powell. Y a directores como Otto Preminger, Henry Hathaway, Frank Borzage, René Clair, John stahl, Jean Negulesco y Michael Curtis.Feldman ha inventado el concepto de packaging, es decir, la idea de ofrecer un guión, una estrella, una segunda estrella y un director, todo ello en un bonito paquete. Feldman tiene estilo y sentido del humor, innumerables amantes, entre las que se cuentan mujeres sublimes: Rita Hayworth, Hedy Lamarr, Joan Fontaine, Olivia de Havilland y la más bella de todas, Ava Gardner. Se burla constantemente de sí mismo, afirmando que es un seductor fracasado, tiene una colección de Bentleys y llena sus armarios de corbatas Sulka (un solo modelo, un solo color, siempre el mismo, azul). Es un niño abandonado, como Marilyn, salvo que él no se queja. Con sus seis hermanos fue a parar a un centro de acogida y fue adoptado por concurso: el vendedor de muebles que se hizo cargo de él pidió a los siete hermanos que corrieran. el que ganara sería el elegido. Fue Charlie Feldman.
Estuvo casado con Jean Howard, bailarina de Ziegfield Follies, a la que engañó alegremente hasta su divorcio. Su mujer -que es una anfitriona maravillosa que le dejará álbumes de fotos, auténtica crónica mundana de Hollywood- sigue viviendo con él. Louis B. Mayer, que está secretamente enamorado de Jean Howard, ha contratado detectives privados para que la sigan. Es inútil, porque tiene una vida sentimental muy completa, pero ama a Charlie. Y le encanta vivir en este marco, con cuadros de Renoir, de Utillo y de Vlaminck en las paredes. En cuanto a Feldman, se instalará con Capucine, considerada en Francia como una de las mujeres más hermosas del mundo. La diversión mundana, la buena vida, no durará mucho: el cáncer marcará el punto final para Charlie. En cuanto a Capucine, convencida de haber sido caballero de las Cruzadas en una vida anterior, se tirará por la ventana de su casa de Lausana, en una octava planta.
Warren Beatty recordará durante mucho tiempo una reflexión melancólica de Feldman: "La vida es corta, nada importa, salvo la calidad humana. Las películas están escritas sobre el viento".

Marilyn ha llegado hace tres días de Japón. está sobreexcitada por el éxito de la gira. Ha ido para cantar, con un gran escote en medio del invierno, para las tropas americanas en Corea. Cae en brazos de su marido.
-Joe, Joe, ¡nunca habrás escuchado una ovación semejante!
-Sí, por supuesto.
Joe DiMaggio es un ídolo colosal. En casa de Feldman tratan de estrecharle la mano, de felicitarlo. Él se aparta, su timidez lo hace casi agresivo. Con el rabillo del ojo localiza a una oven pareja. La mujer es encantadora y tiene la elegancia de un animal de raza. El marido tiene los ojos azules, un rostro enfermizo, pero sonriente. Jackie Kennedy y su marido están de gira política. John F. Kennedy es senador desde hace poco y se las arregla para no asistir a las votaciones importantes y las decisiones cruciales, pero trata de darse a conocer. Se prepara siguiendo instrucciones de su padre, para ser un candidato aceptable en las elecciones presidenciales. Desde la muerte en la guerra de Joe Jr., su hermano mayor, Jack está en la primera línea. Lo ha preparado su padre, que cuida hasta los últimos detalles. De momento, Jack está más ocupado ligando , desapareciendo con Gunilla von Post, una nueva conquista sueca con la que ha pasado su luna de miel, dejando a Jackie sola. ¿Qué importa? En Hollywood se encuentra como en su casa: como su padre en otros tiempos, va a casa de Feldman para divertirse, acostarse con chicas y buscar una presa en este vivero tan animado.
Acaba de avistar a Marilyn.

El senador Kennedy es un invitado permanente en casa de Charlie Feldman. Después de todo el viejo Joe es un amigo y tiene ojeadores en los círculos de "artistas". El abogado Pat de Cicco, el futuro productor de Cubby Broccoli, el cronista mundano Igor Cassini y su hermano el modisto Oleg Cassini son celestinas infatigables. Joe Kennedy, ahora sexagenario, está encantado de que jóvenes bellezas con manos ágiles le embadurnen el cuerpo con crema solar. En cuanto a Jack, es más sencillo: casado hace seis meses, considera que esa unión, organizada pro su padre, es una fachada. Jackie sólo está ahí para salir en la foto: "El joven senador con su encantadora esposa...", se puede leer en los periódicos. Sin embargo, la "encantadora esposa" sólo es un florero, ya ha sido engañada diez veces, cien veces. JFK se parece al lobo de Tex Avery: cuando ve a Marilyn, se le cae la mandíbula y los ojos se le agrandan. Es algo que no se le escapa a Joe DiMaggio. Para él los Kennedy siempre serán unos irlandeses arribistas y malolientes. El italiano no olvida las ofensas y tiene la nariz muy sensible.
JFK se informa discretamente. Se entera de que Marilyn ha sido la chica de Joe Schenck, productor con físico de Buda, socio notorio de gángsters, rompedor de huelgas, blanqueador de dinero sucio y codicioso sin problemas morales. Schenck había trabajado con Joe Kennedy y frecuenta a J. Edgar Hoover en los hipódromos. Tiene una cuadra de muchachas que presta a sus invitados: Marilyn ha formado parte de ella. También ha recorrido las productoras con una carta introductoria redactada por uno de los hombres de Schenck, Curiosamente, apenas abrían el sobre, se bajaban la bragueta y exigían a Marilyn que se pusiera de rodillas. Ella lo hacía encantada, un poco asombrada de tanta precipitación. Luego se sabrá que Ben Lyon, el director de casting que la descubrió, había puesto en la nota simplemente: "Esta muchacha hace unas mamadas maravillosas". Nada más.
Marilyn debutó en un mundo tórrido. Nunca saldrá de él. Ni siquiera en la Casa Blanca.

A medida que avanza la velada Jack se entera de los chismes: le encantan, los adora, devora todos los días los comadreos, los colecciona. Cuando sea presidente, será su primera lectura de la mañana: los sobreentendidos salaces de Cholly Knickerbocker, los pequeños rumores de Dorothy Kilgallen, los ecos de Walter Winchell, las notitas de la reina del chisme, Hedda Hopper, o de su comadre Louella Parsons. Si pudiera, no leería nada más. Le fascina James Bond, dios del espionaje, pero sobre todo donjuán impenitente, rápido y masculino. Otras fuentes le dicen que Marilyn ha vivido con el empresario Johnny Hyde, que no sobrevivió a la experiencia. Tenía el corazón frágil, el pobre.
Marilyn sí que ha sobrevivido como party girl, chica para todo en partidas de póquer, circulando de una cama a otra, despertándose en sábanas desconocidas, en casas cuyos propietarios ni siquiera conocían el nombre de esta rubia con ojos de ahogada. Marilyn se ha acostumbrado a cebarse de barbitúricos, medicamentos, píldoras. Duerme con un sueño artificial, vive en un universo ficticio. Se ha inventado una historia: la de la niña abandonada, la huerfanita valiente, la pobrecita desencantada y con necesidad de afecto. Cuenta esta versión moderna de Cenicienta a todos los periodistas, y a ellos les encanta. ¿Ha posado para un calendario desnuda? ¿Y qué pasa? necesitaba cincuenta dólares para comer. Su público pide más. Nadie piensa que Marilyn es una prostituta, un trozo de carne: en su vida pública tiene el ingenio de transformar la suciedad en oro, en su vida privada ocurre todo lo contrario. Exactamente lo contrario.
Ha encontrado en DiMaggio a su caballero andante.
DiMaggio le ha dicho:
-Yo te cuidaré. El mundo del espectáculo no es para ti.
DiMaggio es el hombre más solitario del mundo. Sin embargo, con Marilyn es..., es... Papá Noel.
Uno de los periodistas, James Bacon, observa que el "trasero" de Marilyn bajo su vestido blanco se parece a "dos perritos peleándose bajo una sábana de seda". JFK también se ha dado cuenta.
DiMaggio toma a Marilyn del brazo. Ella quiere disfrutar de su éxito: acaba de rodar una tras otra Niágara y Los caballeros las prefieren rubias.
-Nos vamos, Marilyn.
-No, Joe.
Marilyn Monroe y John F. Kennedy
Su marido parece realmente disgustado, su voz ronca no presagia nada bueno. Sospecha que Marilyn lo engaña. Aspi es: el amante del momento, Hal Schaefer, es un músico encantador, lo que no le impide a Marilyn buscar su felicidad en otro lado. Basta con que pase el repartidor de la leche... DiMaggio ha colocado micrófonos en el coche de su mujer y a veces recurre a un policía que no tardará en convertirse en uno de los detectives privados más conocidos de Hollywood, Fred Otash. El campeón de béisbol, conocido con el sobrenombre afectuoso de "Yankee Slugger", quisiera controlar a su mujer. Desea tener niños con ella, que sea una buena madre, que lave los platos y limpie la casa. Cuando la vio, unos meses antes, de rodillas ante el Chinese Theater, con el escote bien visible, a cuatro patas, poniendo sus manos en el cemento fresco ante los fotógrafos, casi se puso a gritar. Los trituraría a todos. A todos. ¿Frecuenta a Frank Sinatra? Tiene que pasar, porque Frank es italiano, acaba de divorciarse de Ava Gardner, y lo está pasando mal. DiMaggio puede hacer una excepción. Sinatra, roto por el amor, Sinatra, desgarrado por Ava... DiMaggio pone sordina a sus celos para el paisano con la voz de oro.
Jean Howard, como buena anfitriona, va de un invitado a otro, con Leica en la mano. Saca fotos a Edward G. Robinson, con la corbata torcida, a Cole Porter, sonriendo tristemente, y a Clark Gable, que baila..., baila...
... con Marilyn Monroe.
Kennedy observa y se acerca de forma discreta.
Mientras Jackie charla con Feldman, Jack espera que llegue su momento.
En Los caballeros las prefieren rubias, Marilyn cantó Diamonds Are a Girl's Best Friend. Todo mundo la toma por una mujer que sólo piensa en dinero, como en la canción. Es un error. La droga de Marilyn no es el dinero, nunca lo será. DiMaggio nunca lo comprendió. El productor Darryl Zanuck tampoco. Ni Feldman. Marilyn se droga con la gloria, quiere ser la estrella de las estrellas, que la respeten, que la veneren. Exige atención, amor, consideración, esplendor, incienso, aromas de mirra, un altar de mármol de Carrara y el deseo de todos los hombres.
Cuadno hace falta, se convierte en la Marilyn deslumbrante y sexy. El resto de tiempo es Norma Jean, una chica que se desprecia, que se muere del terror incontrolable que le provoca la cámara, que no se lava, que nunca lleva tampones, que se atiborra de productos químicos. Va perdiendo su fama poco a poco, corroída por roedores invisibles.
DiMaggio se pone nervioso.

John Kennedy busca a su mujer. Cuando tratan de empujarlo al terreno político, se aparta. Ofrece una hermosa sonrisa a sus interlocutores, se sirve más champán, toma una orquídea que coloca amablemente en el vestido de su mujer -Charlie Feldman adora las orquídeas- y echa un vistazo a Marilyn. Ésta, con la cabeza sobre el hombro de Clark Gable, baila. Jean Howard, desde un rincón, les hace una foto.
JFK permanece silencioso. Hace unos minutos Marilyn le ha dado un papelito con su número de teléfono.
Dentro de unos días comienza a rodar La tentación vive arriba. Espera -¡adivina!- que esta película la convertirá en una estrella inmensa.
No sabe que las películas están escritas sobre el viento.

[Tomado de Marilyn y JFK, México, Aguilar, 2010]

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